He ahí el comienzo de este viaje un poco trágico, siendo víctima de las circunstancias, situación que me tocó vivir pasadas las 12 del mediodía, el calor entrando por mis poros extraía las pocas reservas de sodio y potasio que quedaban en mi organismo, usados por el mismo para combatir la furia de la temperatura causada por el sol inclemente de las costas de Maracaibo, una franela mojada del sudor delataba el despilfarro de líquidos por parte de mi cuerpo, un estómago vacío, entonaba en una sublime armonía, una melodía que pedía su recarga, el hambre controlaba mis pensamientos.
Ahí estaba yo, contra el mundo, en ese pequeño establecimiento, un poco menos caluroso que el hostil ambiente que se suscitaba en las afueras, vendiendo productos lubricantes para automóviles, Toda la mañana atendiendo clientes, apurados, malhumorados, con la necesidad de ser despachados lo antes posible, me obligaban a correr de un lado a otro, hundiendo parte de mi cuerpo en el pequeño infierno que generan los motores de los automóviles, las manos llenas de grasa, sudor y polvo realizaban el trabajo requerido, unas cuantas docenas de cajas dejadas por proveedores fueron guardadas e inventariadas por mí, poco a poco se fue agotando mi energía, en lo que se supone es una tranquila mañana de trabajo.
Tomé un aire al sentir que podía dedicarme a almorzar y poder saciar las ganas, me dirigí con mis platos hacia el microondas, unos espaguetis sin sabor, acompañados de un muslo de pollo al borde del congelamiento, lo metí en el microondas le di 7 minutos a toda potencia y esperé inmóvil frente a él, 7 minutos que parecieron 7 horas, todo el tiempo que duró la mañana, una eternidad, mis ojos seguían con atención el giro del plato, mientras los rayos a alta frecuencia excitaban los átomos de hidrógeno, mi mente visualizaba estos fenómenos físicos, ¿y que mas podía hacer?, tan solo tenía fuerzas para pensar y solo pensaba en lo que le ocurría a mi comida mientras estaba dentro del microondas.
PIN, Sonó la campana del horno, indicando el fin del tiempo predispuesto para calentar, ya para el momento eran las 12:46, saqué el suculento plato invertí otro poco de energía para adentrarme en la oficina del negocio y degustar el plato. Desempaqué el tenedor, rocié queso en los espaguetis, dentro de mi boca había un mar de saliva que esperaba con recelo bañar cada bocado de comida, mis manos hallasen temblorosas mis ojos desorbitados, al fin era el momento, mi sufrimiento estaba por acabar, tome el tenedor como un puñal lo metí en los espaguetis le di vueltas, parecía un cocodrilo desmembrando a su presa, llené el tenedor lo subí poco a poco a mi boca, el olor caliente preparaba mis sentidos para disfrutar de un banquete, la boca cada vez mas desesperada por masticar, cuando se va abriendo se escucha un estruendoso ruido.
-SEÑOOOOOR, ¿QUIEN ATIENDE AQUII?
"Comé tranquilo", aquella frase trajo un regocijo a mi ser, el ánimo me volvió, y de nuevo me dispuse a comer, pero mi segunda oportunidad fue frustrada con otro grito
Hice mis tareas, ya podía proceder a comer, caminé a la oficina como si en ella aguardara un tesoro, cuando voy entrando se escucha un fuerte golpe -PUUUM!- un traquido de huesos y un fuerte dolor en los dedos del pie, me decían que me había golpeado con el borde del marco, caí al suelo, retorciéndome por el piso, maldiciendo, y dejando salir una lágrima por un largo rato, traté de reponer mi ánimo y me senté a comer.
Al fin, ahí estábamos, mi comida, mis manos sucias, mi dedo del pie casi fracturado y yo. Respirando hondo anhelando cada minuto mas y mas esa comida, escucho un grito cual general llamando a sus soldados
-JEEESUUUUUUS.
Me dispuse a hacer un recuento de lo que había vendido, revisar facturas, recordar clientes, etc., Al cabo de unos minutos se resuelve el problema, curiosamente no me fui a comer de una vez, fui a la salida del recinto y vi en la lejanía, del otro lado de la autopista, unas personas debajo de un frondoso árbol de nim, resguardándose del sol con la sombra que este les obsequiaba, todos con gestos de alegría tranquilidad, sí, esa que me faltaba a mí, estaban comiendo disfrutando de su almuerzo, había olvidado ya que estaba "comiendo", tanto estrés me había quitado la necesidad que sentía de comer, pero mi cuerpo lo necesitaba, los ácidos gástricos estaban atacando las paredes estomacales como en una huelga, reclamando comida y si no se les tomaba en cuenta harían estragos, siendo yo responsable del cese de aquellos actos de vandalismo, me dispuse a cumplir sus pretensiones.
Ya casi fría, la comida esperaba por un dueño, por un delator, alguien que la hiciera suya y poder descomponerse en sus entrañas, un poco despistado por las interrupciones, me dispongo nuevamente a alimentarme, el tenedor ya servido, lo levanto, es testigo de una mezcla de sed, hambre, cansancio, desespero y una creciente frustración, me detuve por un segundo, esperando que algo me interrumpiera, pero no, esta vez estaba libre el camino, así que procedí a comer, en ese momento escuché un grito de desespero:
Por alguna razón extraña no me sorprendió, pero de igual manera mis tímpanos retumbaron, cerré mis ojos, respiré y me dirigí al sitio donde me llamaban, mareado ya casi sin poder ver.
Una emergencia, la computadora que hace las facturas estaba teniendo problemas, nadie mas ahí tenía un poco de conocimiento sobre manejo de PC's y no se arriesgaban a reiniciarla.
En fin Casi a las 3 de la tarde, después de desconectarme del negocio, del mundo, decido ir a la oficina, allá estaría muerta de afán la comida esperando por mí, al cruzar la puerta, me encuentro de frente con un individuo, yo un poco mas asustado que él, pero con la misma tensión, mirándonos a los ojos, los dos teníamos el mismo objetivo (mi almuerzo), al momento se me vinieron algunas imágenes a la mente, flashes de películas de Hollywood, dos vaqueros en un enfrentamiento a muerte, con los reflejos afilados, pendientes del mínimo movimiento, la corriente eólica se sentía, la respiración de ambos se escuchaba como una fuerte tormenta, la sangre fluyendo mas rápido de lo normal, él movía sus bigotes de una forma intimidante, y a sabiendas de que no era suyo el objeto a reclamar, estaba decidido a quedarse con el botín.
Como un rayo nos lanzamos al plato, mayor fue mi impresión cuando vi su extrema agilidad, velocidad y precisión, llevándose la presa de pollo y botando en el piso el espagueti, desapareció con el mismo misterio que apareció, no me dio tiempo de abrir mis puños, ni de poder pestañar, cuando digerí el momento me di cuenta que estaba ya sin comida, con las paredes estomacales irritadas por el ácido clorhídrico que esperaba para deshacerla, ese maldito GATO acabó con mi última esperanza de saciar mi deseo.
Cabizbajo, mareado, con pequeñas quemaduras en las manos, sollozado, sin esperanzas ya de poder almorzar y con una lágrima a medio salir de mi ojo, recordaba el único momento del día en el que sentí algo de placer, el momento que me devolvió algo de alegría, justo ahí cuando mi padre me dijo “COMÉ TRANQUILO JESÚS, COMÉ TRANQUILO”
Que tengan todos buen provecho!

Jesús Zambrano